Esta es la historia de mi vida y se van a desilusionarse los culiaos porque la weá no es divertía. ¿Por qué iba a ser divertía la weá?. ¿Acaso la vida de algún culiao es divertía?. Buta, una vez tomándonos unos copetes con el Tachuela Grande, el culiao me contó su vida, y la weá no era na divertía. De hecho era más triste que la chucha la weá y eso que el weón era payaso. Yo no soy na payaso, así que menos divertía la weá, tampoco quiero que me tengan lástima los culiaos, porque yo no me arrepiento de ni una weá y además me considero un weón suertuo y echao pa delante, por lo que a lo más les da envidia a los culiaos. Así es la weá, es mi vida no más. Y no soy un culiao ficha porque me importa un pico si los culiaos de Twitter, ninternet y la weá no les gusta la weá, porque esta weá se la escribo al Luchín que es el único culiao por el que yo muevo un deo al puro peo no más. El Luchín es mi hijo, no tiene ni dos años el culiao y ya sabe hablar. Habla hasta por los codos el weón y siempre anda preguntando weás de mi vida y la weá. Cuando se va dormir le cuento las historias que vivimos con el Lucho Malo, el Teodorín, el Pichula Envenená y tantos otros culiaos con los que hicimos tantas weás. Buta que le gustan las historias y siempre me anda weando pa que le cuente más. Y yo no le invento ni una weá sino que le cuento las weás tal como ocurrieron no más. Buta, pero el otro día tuve un sueño que me dejó pa adentro. En el sueño se me apareció El Innombrable, EL Cola é Flecha, El Cachúo, El Machucho de la Cueva, weno ustedes saben, y me desperté too sudao. La weá me dejó pa adentro porque el sueño jué demasiao real y yo no le tengo miedo a ningún culiao, pero el Banquero del infierno es otra weá. Buta y yo no hei sio ni un santo, esa weá es verdá, pero no creo que me merezca que el Cabeza é Moto me lleve al patio de los callaos, porque las weás malas que he hecho en mi vida las he hecho en la legal, a la justiniana, por defendereme de tanto weón malo que hay en el mundo. Buta y si al final viene La Parca a buscarme quiero que El Luchín sepa la dura, la firme, la pulenta, y no que le anden contando weás, porque hay mucho culiao que le gusta andar con yeguas robás preparando caldo é cabeza pá embolinarle la perdiz a los demás. Si alguien le cuenta alguna weá de su taita quiero que lo sepa de este pechito y no de cualquier culiao.

Infancia

Yo era pendejo, y me la pasaba todo el día en la chacra, ahí loqueando. Mi abuela me hueveaba porque perseguía a los chanchos y me metía entre los tomates del abuelo. Así crecí yo, entre los árboles y el río que llegaba hasta Illapel. Vivía con mis abuelos porque mi mamá ya se había muerto y mi viejo no sabía que hacer, andaba desesperado el culiao, pensaba en la vieja y se largaba a llorar y yo al principio no entendía ni raja por qué peleaban mis abuelos, y es que yo era el único hombre de los Latorre y el mayor de los Valencia, a mis hermanas no las pezcaron ni pal hueveo y se fueron las dos con una tía; a ellas se las llevaron porque mi tía Irene les tenía cariño, en cambio yo, yo era el varoncito, el que heredaba el apellido de los Latorre, por eso me llevaron con los abuelos por parte de mi viejo. Mi abuela ya estaba cansá y no tenía paciencia para criar niños, a veces me sentía un poco solo y buscaba una mano que me hiciera cariño, o me pegara unas palmaditas en la espalda; pero ellos siempre fueron así fríos conmigo, porque a mi taita jamás le perdonaron el que se casara con mi maire. Los Latorre eran familia antigua de Ovalle, descendían de los primeros ovallinos, de familias con cierta distinción; ya habían perdido casi todos los grandes bienes, pero tenían a gran orgullo el ser Latorre, de buen aspecto, altos y de tez blanca. Mi mamá era apenas una chica, así morena como yo, se la pasaba happy en la chacra, en tierras que antes habían sido de los Latorre, pero que se las habían expropiado la CORA, y mi viejo que recién había entrado a la PDI la ve y se enamora perdidamente. Pelea con mi abuelo y con toda la familia y los manda a todos a la mierda y se va a vivir con la vieja a unas tierras cerca de Combarbalá. Con el tiempo lo fueron perdonando y como la vieja era bien alegre y bien trabajadora, a algunos hasta ya les pareció bien. Bien duro las pasó el viejo esos años, trabajando en la PDI y en la chacra, es que en esos años los ratis eran muy reflaites y no tenían presupuesto pa ni una weá, y menos pa perseguir cuatreros y huasos culiaos que robaban ovejas y hueás de pura necesidad. Y la chacra dejaba lo mínimo, pa la pura consumición interna no más . Al poco tiempo nacieron mis hermanas y después nací yo; los mejores recuerdos los tengo de cuando vivíamos allá, el viejo siempre estaba de buen humor y como que trasmitía ese cariño que sentía por la vieja. Así pasaron cinco años hasta que un día la vieja amaneció mal; le comenzó a subir la fiebre y se revolcaba de dolor y mi viejo que se desesperaba, porque no tenía como trasladar a la vieja o como pagar un doctor para que fuera a la chacra y mi viejo salió al camino y hacía parar los camiones y gritaba ― Se me muere la vieja, se me muere la vieja― y de todos los hijos de puta, nadie la quiso llevar. Y la vieja se murió y no tenía más que una piedra a la vesícula, si la llevaban a Ovalle la operaban y se salvaba, pero nadie la quiso llevar. Y ahí fue cuando mi viejo anduvo un tiempo rayando la papa, no sabía que hacer sin la vieja y partió quien sabe a donde y nos dejó solos, yo no tendría cinco años y no entendía nada, y el viejo no estaba pa explicarme, y mis abuelos estaban demasiado ocupados peleando por quien se quedaba con la tutela, la herencia y la weá. En medio de esta confusión fue que llegué solito a la casa de los abuelos Latorre. Y con los viejos nunca hubo mucha onda, mi abuela era harto mala pulgas, pasaba todo el día retándome por cualquier huevá y el viejo andaba siempre medio puestón y cuando no se caía de borracho nos aforraba a mí y mi abuela, esa onda la weá. Mi abuelo tenía varias tiendas desde Punitaqui hasta Salamanca que las surtía con telas y weás pa venderles a los huasos, y el viejo ganaba cualquier billete con sus negocios, pero a nosotros nos tenía mascando lauchas porque como era apretao, el culiao guardaba toda la weá. Los vecinos de por ahí no se metían mucho con él porque decían que tenía pacto con El Hediondo a Azufre y decían que cuando el viejo salía a visitar sus locales, pasaba pa allá pal Barranco de Reinoso, ahí donde hay un puente de madera que va hacia Pama cruzando el río, decían que por allá tenía una gruta donde le rendía ofrendas y le chupaba el cogote é pollo al Pata é Cabra. Yo no sé si esa weá era verdá o no, pero el viejo culiao no era buena persona.

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